Posesión M.P. Octubre 31 de 1911
- EMEDELACU
- 30 sept 2023
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Bienvenidos, hermanos queridos y amigos, ya es hora. Dejadme descansar un momento entre vosotros; en este estado de igualdad de fluidos benéficos que os envuelve.
Hermanos queridos, vengo a conversar un momento por medio de esta materia que me presta su auxilio, para manifestaros algo que os instruya.
Soy un espíritu algo atrasado, a pesar de las muchas existencias que he tenido en el planeta que vosotros habitáis, por mi ligereza; por eso vengo a deciros lo que por mí ha pasado, para que vosotros aprovechéis.
Fui en una existencia un grande de la tierra; mi grandeza la aproveché para humillar a los que me rodeaban y, ¡Ay de aquel que se opusiera a mis caprichos! Mi indignación caía sobre él; pero en la misma existencia fui castigado por los mismos a quienes humillaba y acabé despreciado, aunque por conmiseración fui atendido por algunos de mis humillados; y es que, en medio de mis múltiples fechorías, tuve también algún rasgo de caballerosidad.
Me gusta exponer esto, para que en vuestros estudios podáis definir y aclarar a los que no comprenden, la causa de las cosas.
No sería posible relataros mis existencias, con sus pormenores, en muchas sesiones, ni es ésta una Escuela donde se puede perder el tiempo en particularidades, pues empresa colosal tenéis encomendada y yo que la admiro, no os he de distraer; pero he referido ese cambio de una existencia y referiré sólo otro caso de otra existencia, porque la parte interesada entre vosotros está, y me oye hoy en materia; por eso me ha permitido el Maestro venir.
Son tres las existencias, con la presente, que vengo persiguiendo a este espíritu, porque en la anterior a esas tres anteriores le corté aquella y era una gran misión la que entonces había traído al planeta tierra y no lo dejé cumplir y aún no la ha cumplido, por lo cual padezco y persigo para que este espíritu en ésta se decida y cumpla; ayudadme vosotros, ya que a tu Escuela ha sido traído ese espíritu.
Hoy lo voy guiando por el planeta, y me cuesta mucho ponerme sobre él cuando lo veo que va a descarriarse.
¡Cuán grandes son los sufrimientos de un espíritu en este estado, que su guiado no le ayuda en la materia! Todos los sufrimientos de la tierra juntos, no son nada en su comparación.
Hermanos míos, ayudad con vuestra intención a los descarriados espíritus; cuando os echéis en vuestro lecho recordadlos amorosamente, y mientras el sueño cierre vuestros ojos materiales, elevad la plegaria reposada al Padre, que esos momentos de tranquilidad que preceden al sueño de la carne, son propicios para elevar el pensamiento; y sobre que hacéis el bien lo recibís también vosotros, porque, agradecidos los guías y protectores de aquellos por quienes rogáis, sobre vosotros descansan y os ayudan porque atraéis su amor.
El ofrecimiento es buen consuelo y lo agradecemos los espíritus y señalamos en nuestro calendario esa fecha, que celebramos como vosotros en la tierra celebráis los días señalados en el vuestro; es así como en estos días, en que la tierra la mayoría de sus habitantes van corriqueando las tumbas de los suyos, la materia cree satisfacerse y el espíritu se apena y el dinero se gasta inútilmente. ¡Qué bien aprovechado sería ese gran caudal que se malgasta si se buscara a los necesitados y se les enjugara una lágrima! ¡Cuánta satisfacción encontrarían los espíritus! Y, en cambio, ¡cuánto padecen por lo que hacéis!
Yo estoy obligado a pediros, hermanos míos, este favor de ayuda para mi guiado y una oración sin gasto pecuniario, para todos los espíritus a quienes tanto se les hace padecer queriendo ayudarles con prácticas religiosas, que más los hacen sufrir. Me retiro.
Que os bendiga el Padre general, os desea.
Duremon.
Aunque tarde, nunca es tarde
para una buena acción.
Más tomad ejemplo, grandes,
del hermano Duremon.
Y su escarmiento os baste...
a obrar con más razón.
Volvió a posesionarse y dijo:
Bienvenidos seáis, hermanos queridos.
Con grande amor vengo a saludaros; no me doy cuenta de este fenómeno; no veo, pero presiento a mis hermanos que en la tierra moran como yo moré muchas veces y mi última fue una gran desgracia, por la imperfección de mi materia.
Soy un espíritu errante, siempre voy buscando un camino más claro que el que llevo delante y no lo encuentro; doy voces de auxilio y me contestan voces amorosas que me dicen: “Camina... Camina... que encontrarás. Todavía no has llegado a donde te darán consuelo”. Pero aquí me han dirigido voces amorosas y aquí encuentro alivio. Dejadme llorar de alegría, que me encuentro muy aliviada: es el primer momento de descanso en mi interminable carrera....
Si vosotros me iniciarais hacia dónde me dirigiré, os lo agradecerá eternamente este espíritu, que es sabio, pero que tuvo una materia viciosa y le causó estas desgracias y puso en mi conciencia unos velos tan densos, que me ocultan la luz maravillosa del espacio que otras veces vi y ahora no encuentro el camino; no salgo de esta turbación.
Dispuesto estoy, hermanos míos, a cumplir cuanto me ordenéis para reparar el daño que he causado a mis hermanos, más ¿qué veo a través de mis crespones? ¡Oh! Todo es obra mía. Escuchar, quiero daros un ejemplo a cambio del consuelo que me dais.
Mi última existencia, hermanos míos queridos, era como vosotros decís, una ama de gobierno, de una familia pudiente; hoy comprendo que fui muy mala; causé mucho daño entre ellos para apoderarme de sus intereses; causé la muerte de aquella señora. ¡Hermosa señora!... Muy bella señora... Pero corté su existencia y me hice ama de sus bienes, hice lo que no me pertenecía.
Más mi materia viciosa quiso quedarse libre para darse a los vicios que creía le pertenecían, e hice dueño de aquellos bienes a otro que aún menos le pertenecía mi materia, ni los bienes; y me pagaron con la misma moneda que yo había pagado y aún fui dichosa, lo comprendo, pues fui a parar a un asilo, donde desencarné.
Hoy, comprendo con tus consejos, hermano, que debo volver a la tierra a pagar mis deudas... Mucho temo, pero, sea... Volveré a la tierra, ayudadme.
¡Oh, Dios mío! ¡Gracias! Ya mis velos se han rasgado; ya veo vuestra grandeza, gracias. Cumpliré mi deber. Volveré a la tierra.
Hermano mío, si me puedes dispensar de los nombres de mis víctimas, no me obligues, por amor; el mío sí, los otros no.… porque...
Bueno. No quiero, hermana, amargarte el día de tu luz y respeto tu petición: ya te entiendo. Retírate tranquila.
Gracias a todos, hermanos. Os agradeceré y siempre os amará.
M. Ré.
Libro: Filosofía Enciclopédica Universal Tomo I
Autor: Joaquín Trincado