María se plega a la obra de Jesús
- EMEDELACU
- 1 ago 2024
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Quedaba María en Nazaret por un poco tiempo, entre hijastros, hijos y nietos. Jesús y Jaime por razón de la vida que el uno llevaba y el otro emprendía renunciaban a sus derechos de herencia, lo que calmó un tanto a los otros hermanos y aumentó, si cabe, el amor de sus hermanos que amaban con toda su alma a Jesús por su obra y a Jaime por ser el pequeño de la casa.
Mas María si amaba a todos, tenía la singularidad por los dos que se lanzaban a la obra de regenerar al mundo, al primero por ser el primer fruto de su Amor y por los sufrimientos que le ocasionara con su rebeldía, pero que todo en su corazón de Madre tenía disculpa porque su espíritu ya le dejaba entrever la causa de todo aquello de lo que justamente María era Causa Primera, como hemos de ver en la segunda parte, y al segundo por ser su consuelo durante la infancia ya que era el último racimo de la fuente y proficua cepa de José y estos amores singulares y fundamentales fisiológicamente, que las madres comprenden, no la dejarían estar mucho tiempo entre la familia de Nazaret.
Tenía además larga parentela en toda Judea y en Galilea por donde Jesús predicaba y los que nunca negaron a Jesús sus recursos y María era de todos deseada y ella que sólo con el cuerpo vivía en Nazaret se dispone para ir al lado de sus hijos y de su hermano Jaime.
Aún pensaba María que estando ella cerca de la de Magdala, que amaba sin igual a Jesús, quizá podría influir en Jesús para unirlos y formar hogar y así evitar la vida fatigosa de sus hijos.
Pero he aquí, que le llega la noticia de que en Jerusalén ha sido decretada la muerte de Jesús y aunque éste la esquivó saliéndose de Judea, corrió María y se fue a Betania y allí le prohibió Jesús el seguirlo de cerca, pues ya no se le ocultaba a él que por mucho que esquivara no habría de poder resistir mucho tiempo al fuego que lo animaba y trataba con esto de evitar a su Madre mayores sufrimientos.
¿Más cómo dejarlo, no sólo por Jesús, sino por el joven Jaime? ¡Madres que amáis, recogeros un poco dentro de vuestros sentimientos y amores y ved qué luchas y que dolores no sentiría el corazón de la Madre!
Pero estaban también María de Magdala y María Cleophas, aparte de la mujer samaritana, La Verónica y otras que, aunque fuese a escondidas lo seguían y más de una vez lo agasajaron y en estas mujeres encontró la Madre la ayuda y la compañía para andar cerca de Jesús, ya que Jaime lo tenía mucho más en sus brazos y por él sabía todas las cosas de Jesús.
La Samaritana, ¡Pobre Teresa!, ¡Pobre antigua Iris!, estaba ya como sirvienta, ya como institutriz, en una granja del Gobernador que ya lo era Pilatos y ella abrió camino libre allí a María y sus acompañantes hermanas y allí descansaba la Madre algún rato y así seguía a sus hijos, siempre de cerca y eran queridos en aquella casa en la que se ocultaba bajo la forma del hombre la Luz, la Potencia y la Sabiduría de todo el Plano Primero. ¡¿Oh, esta declaración adónde me lleva?! ¡A qué regiones me remonta!, ¡¿Qué historias me recuerda que aún me hacen llorar hoy?! Pero diré en toda su sencillez la Verdad, aunque en el Código quedó ya asentada.
Sí, Pilatos era el Espíritu de Verdad al que ya había anunciado Jesús para este tiempo, como él mismo se los mandara en los consejos del Padre y de aquí nacía la afinidad para la Madre de Jesús en aquella casa por lo que también aquella mujer de Samaria y otras encontraban siempre la puerta abierta, cuando se salían para ir a oír a Jesús en sus predicaciones, de lo que luego imponían al Gobernador y él podía apreciar el alcance de las Doctrinas.
Por fin se decide Jesús a entregarse, porque en verdad le habían estrechado en círculo de hierro los sacerdotes y no el poder civil, que lo amparaba en Ley, pero que era supeditado a la influencia del Sacerdote, que jamás perdona.
Es entonces que la Madre entra y sale en aquella casa y es confortada en espíritu, aunque con el cuerpo consumido y demacrada por el sufrimiento. ¿Quién podría ver en aquel cuerpo aún joven pero marchito y escuálido a la bella Rosa de Jericó? Sólo estaba allí el aroma, la esencia de su fragancia, pobre Madre mía, ¡cómo te ha consumido el amor!
Ya no había remedio, Jesús había dicho que había llegado su hora y la Madre se resigna, pues sabe que es el amor a la humanidad es primero que el amor propio, pero trata hasta el último momento de evitar la muerte de su hijo, porque sabe que no es la sangre ni el patíbulo el que Redime sino las Doctrinas de Amor y Libertad predicadas, las que habría que sostener y defender después para no perder la obra del Mártir del odio sacerdotal.
Hay aquí que decir ahora, un punto muy grave acaecido antes del sacrificio: María se retira a Betania de donde sale con las mujeres a Jerusalén para celebrar las Pascuas en la casa de un amigo en Getsemaní.
La Samaritana, que seguía siempre de cerca todo lo que a Jesús se refería, en sus pesquisas sigue a uno de los discípulos de Jesús y le ve internarse en el monte cerca de una fuente y allí llegan otros hombres y oye ella por sus propios oídos cómo conciertan la venta y entrega de Jesús y corre afligida y desolada a participarlo todo al Gobernador y pronto Jesús fue sabedor, por lo que adelantó dos días la comida de Pascua pues corría el peligro de no poder celebrarla y no poder dar a sus discípulos las últimas palabras e instrucciones.
Jesús no debía dejarse sorprender en casa de sus amigos para no comprometerlos y celebrada la comida de Pascua y dicho a los suyos sus últimas palabras, se salió al Monte de los Olivos so pretexto de disfrutar del crepúsculo vespertino, pero en realidad de verdad era que Jesús se encontraba afligido por la cercanía de su hora y más porque allí estaba la pobre Madre que sólo sufrir había hecho por él y así se marchó y oró para fortalecerse y fue el momento de su entrega.
Libro: Vida de María
Autor: Joaquín Trincado