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Joaquín Trincado

Libertad y libertinaje

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 5 oct 2024
  • 3 Min. de lectura


La libertad consiste en obrar todo lo que las leyes no prohíben. Y es libertinaje obrar lo que la ley prohíbe.


Nunca se oyó cantar más libertad que hoy y nunca hubo menos libertad ni más libertinaje que el que hoy presenciamos, y es porque se han invertido los términos y se toma por libertad el libertinaje.


Si observamos la libertad política, no entienden por libertad sino usar de todos los medios más repugnantes a la moral para derrotar al partido o derrocarlo del poder; y unos y otros políticos prometen lo que no pueden cumplir y aunque puedan, no cumplen, porque no abandonan su libertinaje.


Los vemos hasta en el Congreso sacarse son odio todas sus faltas reales o inventadas, y si examinamos al acusador, encontramos que él está manchado de los mismo o de algo más inmoral. En las contiendas callejeras, mítines y afiches, se llega a lo vergonzoso, sin respetar siquiera la dignidad del pueblo. ¿Y querrán esos políticos, si suben al poder, ser respetados por el pueblo que oyó y leyó tantas indignidades?


No; un partido se vence con mejores principios morales; con la mayor moralidad de sus componentes; con la libertad, elevada a una virtud estoica: matando al libertinaje.


En las prácticas judiciales se ofende a la justicia, por lo cual todo hombre de conciencia recta tiembla de acudir a los tribunales porque sus prácticas son indignas.


La justicia es Augusta y no reina en los individuos, porque se los hace temer a la justicia. La justicia debe ser amada.


La policía, de un cuerpo de seguridad del orden social, se ha convertido en su práctica y funciones en un estado inquisitorial.


El discernimiento no es conocido; la libertad la tienen ellos; los demás, hijos de tan buena madre como ellos, son esclavos sin valor, a cambio de ser ese orden público esclavos de los más libertinos.


¿Una prueba de todo esto? La protesta popular universal. En la familia ha llegado un hijo a los 18 años de edad, edad de verdadera inconsciencia y en la que las pasiones se manifiestan, y por el solo hecho de que las leyes hayan querido declarar al hombre mayor de edad, en esos años de absoluta nula experiencia, el… hombre-niño ya lo veis a las altas horas de la noche, luciendo su triste figura de hombre gastado en el vicio de toda clase de libertinaje.


Habla y reprende el padre (cosa también harto rara, porque podría el hijo contestarle: honro a mi padre que me dio el ejemplo), pero en las hermosas excepciones de buenos padres, ¿habla o reprende el padre? No es oído por el hombre-niño; la ley lo hizo mayor. ¿El padre, volviendo por su dignidad, da un cachete al imberbe? ¡Horror! La policía toma parte y el padre recibe una corrección. La ley civil lo declara mayor, pero para mayor escarnio, en artículo siguiente, la misma ley impone al padre ofendido subvenir a los alimentos del libertino hijo y aún pagar el médico y medicinas para curar enfermedades secretas y vergonzosas, ¿Es todo esto libertad o es libertinaje? ¿La madre tiene acción en todas estas vergüenzas? ¡Pobre mártir!... Sí; le queda la acción de servir a su hijo-señor y el derecho del dolor. Hermanos, todos, sí, hagamos libertad, pongamos la libertad en su trono y adorémosla, incensándola con la más pura moral y el libertinaje morirá. ¿Qué hay que hacer? No es mucho: “Ser señores de nosotros mismos y esclavos de nuestro deber”. Con esto, la política será digna, la justicia Augusta; la policía, el buen orden; la familia, un edén, y la sociedad, nuestra grandeza.


No es la libertad de un pueblo el sacudir un yugo y tirarlo; su libertad es la moral y los derechos y obligaciones iguales para todos. He ahí la santa libertad, considerar, ver y tratar a todos los individuos como hermanos.


Libro: Filosofía Austera Racional Quinta Parte

Autor: Joaquín Trincado

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