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Joaquín Trincado

José Echegaray

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • 30 mar
  • 5 Min. de lectura

Dice con el aplomo que él tiene que las matemáticas rigen ya, afortunadamente, por sus leyes, hasta la astronomía y la física; pero que las matemáticas sólo son reales porque nacieron de las matemáticas puras, que son la razón; porque ésta tomó del Universo éter, tiempo, espacio y peso, ideado o supuesto, de la mecánica celeste.

           

Y aun para afirmarse él no teme que no existiera ni ese éter, ni ese espacio, ni esa mecánica celeste, supuesta y encontrada por la matemática pura de la razón, y al efecto dice:

           

"¿Iríamos a negar esas cosas de la mecánica celeste y las matemáticas puras de la razón? ¿Y qué me importaría a mí que no existiera, si las matemáticas en su rigor nos rigen y nos demuestran hechos reales?"

           

Aquí dice que no quiere entrar en sus profundidades, pero entré yo antes de ver ese valiente artículo, que publicó la revista "Caras y Caretas" con fecha 12 de septiembre de 1913, cuando justamente encabezaba este párrafo; y su lectura me alegró mucho, pues veo que no sólo se trabaja en el tribunal a ocultas, sino que se les dan a los hombres de las ciencias la inspiración y las corazonadas de decir y declarar sus sufrimientos razonables, y esto es para mí alegría.

           

Pues bien; en toda esta obra está la matemática pura de la razón, y no ya como idealismo, sino en la realidad de los hechos, pues vivimos y la vida sólo es el efecto del mecanismo celeste, diré, para emplear la frase de la ciencia; pero probado queda en el capítulo "El Espíritu" que todo lo físico que palpamos y lo impalpable es obra del espíritu y repito que sin el espíritu no existiría: ni mundos ni hombres.

           

Más existimos los hombres y vivimos en el mundo creado por el espíritu y esto deja de ser idealismo, para convertirse en la realidad tangible, lo que es matemático y, estas matemáticas proceden del ideal intangible, de las matemáticas puras de la razón y la razón es del espíritu que tiene la vida eterna. He ahí probada toda esa "profundidad" que llama Echegaray el gran geómetra del siglo de la verdad, y que para probarla él, tendría que hacer muchos volúmenes, que harán los hombres luego de estos principios; porque sabed que, hasta lo intangible se somete a las matemáticas de los números o algebraicas, lo mismo que se han sometido el tiempo, que es intangible, y el espacio y la electricidad; pero jamás se someterá a los números exactos el espíritu, porque a los números se somete, sólo aquello que tiene un límite en su progreso como forma y, el espíritu no tiene límites, como no los tiene el Creador del que el espíritu es consubstancial.

           

Y es que, el espíritu, por la razón, es el idealismo primario para toda la sabiduría y él es el dominador de todo y no puede ser dominado por las matemáticas, de las que el espíritu es la raíz viva, eterna y ascendiente.

           

Para la vida universal, demostrada en los cuerpos, mundos y hombres, el espíritu es la metafísica, porque hace evolucionar todas las moléculas del infinito que han de reunirse en un solo cuerpo o demostración física; y por lo tanto es el espíritu el guarismo imaginario o el ideal de la razón, y es así la matemática pura; lo mismo que para el espíritu, la metafísica y guarismo indescifrable que todo lo metamorfosea para llegar por sus leyes al estado físico demostrativo; es pues, Eloí el guarismo abstracto para la materia, pero el guarismo ideal para el espíritu. De ese ideal del espíritu nace la razón, que primero ideapor esos espacios, por ese éter infinito, y, razonado, de la idea llega a la realidad de la matemática y el ideal se convierte en realidad tangible, que la medimos y la pesamos aun abstractamente; en esa medida y en esa pesada, pesamos y medimos la vida, el espíritu y el Creador, raíz de esas matemáticas que nos enseñan el peso y la medida de las cosas en su estado físico.

           

¡Bendita razón, que ideas en el espacio impalpable y, por el sentimiento y convicción que infundes haces cuerpos tangibles que son nada menos que los mismos hombres que representan cada uno, metafísicamente, todo el Universo y al mismo Creador!...

           

¡Por esto te amordazaron y condenaron las religiones! Sabían éstas que por la razón se descubría su pequeñez, en tanto que se vería la grandeza del Universo hasta por el peso y la medida; y como la razón es del espíritu, y éste es omnipotencia, al fin, la razón hizo las matemáticas, tomando tiempo, espacio y peso, cuerpos físicos nacidos del ideal metafísico, movidos por el mecanismo espiritual, al que los hombres han llamado "mecanismo celeste". Mas, ¿los números son una verdad real, o sólo son una verdad condicional? Aparentemente físicamente, los números son una verdad real cuando suman las unidades físicas; pero metafísicamente, sólo son unidad condicional, puesto que decimos un hombre, y es realmente un hombre físicamente; pero entramos en la metafísica y vemos que un hombre es millones de unos en su composición molecular, puesto que lleva en sí todos los tres reinos de la naturaleza y, por lo tanto, el hombre es compuesto de un uno de cada cosa palpable e impalpable; de manera que al decir un hombre se dice verdad real físicamente, pero es sólo verdad condicional metafísicamente.

           

Aquí os digo yo al revés que el geómetra Echegaray; él dice: "No entraré yo ahora en esas profundidades"; yo digo: No entraré en las someras ecuaciones matemáticas, porque yo no he venido a eso; son ellos los que han de continuar haciendo comprobaciones físicas y químicas de esas comprobaciones que hasta aquí no podían desentrañar y aquí les quedan desentrañadas, convidándolos a desmentir a Balmes, que decía: "El pensamiento humano se anubla tan pronto como toca el umbral de la eternidad". Sabed, os digo yo, que el espíritu, donde únicamente se anubla es, en la vanidad de la vida comprendida en una corta existencia; cuando entra en la idealización razonada (matemática pura de la eternidad metafísica), el espíritu se ilumina al grado de su progreso, en la luz del único geómetra exacto en sí mismo, pero impenetrable, porque es su secreto, al que nadie, ni el Universo entero, llegará; éste es Eloí nuestro progenitor. Más de nosotros para abajo, todo lo ha de saber el espíritu; y toda esa mecánica, metafísica y física, ha de demostrarla en las matemáticas reales, partiendo de las matemáticas ideales.

           

¿Qué le falta al hombre para esto? Sólo conocerse a sí mismo; porque conociéndose a sí mismo, conocerá la causa de la metafísica entrando irresistiblemente en la eternidad de la vida e iluminándose cada vez más, sin anublarse un sólo momento en el secreto de las matemáticas ideales de la razón y ahí verá quees del espíritu, dominador y motor de ese éter, donde las matemáticas geográficas tomaron el centímetro, el gramo y el segundo en que se fundan y que son la representación racional y axioma de las matemáticas que legislan a sus progenitores, mecánica, metafísica y física, por cuyos números, reales físicamente y condicionales metafísicamente, todo lo pueden dividir, o sumar, medir y pesar, los hombres trinos y los dúos, para que lo comprendáis y lo apreciéis y lo palpéis hasta los unos, estudiad en el capítulo sexto esas matemáticas de la razón y veréis que ésta, sólo es del espíritu.


Libro: Conócete a ti mismo

Autor: Joaquín Trincado

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