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El comunismo extremista o de violencia es fruto de toda la desorganización social; pero lleva por baluarte el derecho a la vida y los derechos del hombre trabajador siempre desconocido, vilipendiados y reducidos a la miseria.
Su baluarte es fuerte de la ley social; luego puede triunfar y gobernar. Pero el triunfo de la violencia es muy efímero y más si se tiene la idea de venganza; como si se lleva la mira de sustituir una tiranía con otra tiranía, el remedio no será eficaz; los frutos no serán mejores que la raíz del árbol supremático que los produjo.
Ha empezado una revolución social, allí en la Rusia, país del látigo y las masacres del zar pontífice. El odio del pueblo ruso a sus tiranos tuvo un epílogo terrible. El mundo supremático clamó a todos sus dioses y el espíritu hasta entonces oprimido, aniquiló a los dioses fantasmas, y toda la tierra se conmueve del espanto. ¿Por qué? Porque no previno.
Esta Escuela, desde el día 30 de mayo de 1910, anunció a quien debía la catástrofe: y el 5 de abril de 1912, en conocimiento de lo irremediable, proclamó “La Comuna Universal” bajo la ley de amor. Entonces era una utopía, una locura; hoy es una realidad y la comuna proclaman ya todos los hombres, aun sin saber la ley del espíritu; pero dejemos que se desfoguen los odios; que los hombres vean que, sin moral y sin amor por ley, no puede establecerse el reinado del espíritu, que es el verdadero régimen comunal para los mundos.
Nuestra voz llega a todos los hombres: los escarmentados de siempre, los espíritus fuertes y rebeldes de la Rusia oprimida, se unen y hacen rodar el trono, reduciendo a pavesas la autocracia. Es el principio del fin de la mentira.
No es esa la forma como la ley de amor quiere implantar la verdadera comuna: no es eso tampoco lo que el pueblo ruso y el universal quieren; pero el dilema es terrible, o matan o es muerto el pueblo. ¿Qué hacer? La defensa propia es justa ley y matan, destruyen cuanto se opone a su paso. Yo lo habíamos prevenido nosotros, como luego hemos de ver.
Y bien: no es ese régimen de terror estable, porque lo repudia el mismo hombre que lo ejecuta por la fuerza de la necesidad de existir. El reino de la violencia cederá su puesto, vencido por el amor.
La violencia de las religiones y de las autocracias les dio un triunfo efímero. Las violencias del trabajador, que odia por la educación malsana dada por la supremacía civil y religiosa, tiene también la misma ley y se señala ya el final de su reinado; pero el terreno labrado y sembrado con la semilla de la Comuna no vuelve pasos atrás. El progreso no retrocede y pide la Comuna de Amor Universal y legal.
Libro: Filosofía Austera Racional Quinta Parte
Autor: Joaquín Trincado