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Joaquín Trincado

Don Alonso Pérez de Guzmán

  • Foto del escritor: EMEDELACU
    EMEDELACU
  • hace 12 minutos
  • 3 Min. de lectura


Era de noble abolengo, pero considerado hijo natural por sus hermanastros a quienes les disgustaba sus grandes virtudes; con motivo de haber Alonso concertado una tregua de dos años con los musulmanes que habían invadido España, y al pedir por él, el rey Alfonso X “el sabio” con el propósito de premiarlo, fué insultado por uno de sus hermanastros que dijo al rey:


–“Señor, éste es mi hermano de ganancia”, lo que originó un desagradable incidente, al que puso término don Alonso Pérez con esta contestación:


–“También es costumbre de los hijosdalgo de Castilla, cuando no son bien tratados por sus señores, que vayan a buscar fuera quién bien les haga; yo lo haré así, y juro no volver más hasta que con verdad me puedan llamar de ganancia. Otorgadme, pues, el plazo que dá el fuero a los hijosdalgos de Castilla para poder salir del reino, porque desde hoy me desnaturalizo y me despido de ser vuestro vasallo”.


Abandonando España se dirigió a Marruecos ofreciendo sus servicios al sultán para combatir contra todos los ejércitos enemigos que no fueran de la religión cristiana.


El sultán, que ya había oído de sus proezas, lo recibió con los mayores honores y le confirió grandes misiones. Perseguía Guzmán el fin de poner término al antagonismo que sentían los moros a España.


Y como el que emprende una buena obra en forma meritoria nunca le faltan ocasiones que faciliten su acción, así fué que habiéndose el primogénito Sancho rebelado contra su padre el rey Alfonso X, llamó éste en su auxilio los ejércitos del sultán, que se portaron en forma tan correcta que ya se preveía el triunfo de los ideales de Guzmán.


Pero murió el sultán y su heredero, por rebelde, buscó de deshacerse de don Alonso tendiéndole una celada; éste, viendo deshecha su obra, volvió a España, donde el rey Sancho IV le encargó la alcaldía de la ciudad de Tarifa a donde se dirigió con toda su familia excepto su hijo primogénito Alfonso que por enfermizo encargó al infante don Juan, pero éste, rebelándose contra el rey de Castilla sitió con un ejército moro a Tarifa.


Como después de un sitio de seis meses la plaza no dió señales del menor desmayo, siendo inútiles las más brillantes promesas para seducir a don Alonso Pérez de Guzmán, amenazaron a éste con matar a su hijo si se negaba a entregar la plaza; pero la palabra empeñada era sagrada para Guzmán. “Antes querré que me matéis ese hijo y otros cinco si los tuviese qué no daros la villa del rey mi señor, de que le hiciera homenaje.


Si no tenéis puñal para consumar la iniquidad, ahí tenéis el mío”, respondió Alonso al infante D. Juan mientras le tiraba el puñal.


Los musulmanes decapitaron al infeliz niño ante la vista de su padre, quien con aparente tranquilidad regresó a la plaza donde se hallaba almorzando, y a esta pregunta de su esposa “¿Qué sucede?”, respondió: “Nada, creí que los enemigos asaltaban la plaza”.


Pero por la tarde preparó una salida con sus soldados derrotando a los musulmanes.


Sancho IV, enfermo en Alcalá de Henares, ya que no pudo ir al encuentro de Guzmán, escribió una carta en la que se leen estas palabras: “Mereces ser llamado “El Bueno” y yo así vos lo llamo, y vos así vos llamadles de aquí adelante”.


Y al dirigirse hacia la corte salieron a recibirlo los caballeros, los prelados y el pueblo, y Sancho IV al tenderle los brazos dijo estas palabras: “Aprended, caballeros, a sacar labores de bondad; cerca tenéis al dechado”.



Libro:Biografías de la Revista Balanza

Autor: Joaquín Trincado

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